Semana Internacional de la Ciencia y la Tecnología. Noviembre 2021
Antonio Ares Camerino
“De una manera fortuita Albert Alexander, oficial de policía de 43 años de edad, se había arañado la cara con un rosal. A los pocos días, lo que parecía ser una infección leve y localizada se fue extendiendo por todo el rostro, ojos y vías respiratorias. Ya desahuciado, el doctor Charles Fletcher le habló de un tratamiento experimental nunca probado en humanos y en el colaboraba la Universidad de Oxford. Corría el año 1940. Un grupo de científicos y médicos estudiaban agentes biológicos con propiedades antibacterianas. En colaboración con el doctor Florey había retomado el trabajo del doctor Fleming iniciado en 1928. Éste al volver de unas cortas vacaciones comprobó que varias placas de Petri con cultivos de bacterias se habían contaminado con hongos, a su alrededor las bacterias se habían retirado. La falta de financiación y apoyo, y la dificultad e inestabilidad para la purificación de la sustancia que producía la antibiosis, le obligaron abandonar el estudio. Con el ejército alemán invadiendo Europa, los doctores Florey y Fletcher, Ernst Chain, químico judío y el biólogo Norman Heatley, consiguieron purificar el primer antibiótico de la historia. Alexander recibió su primera dosis de Penicilina el 12 de febrero de 1941. A pesar de la gravedad de su estado, el policía mejoró de manera espectacular al día siguiente. La falta de penicilina para continuar con el tratamiento hizo que no pudiera salvar la vida. Aquel día se inició la Era de los Antibióticos. Hubo que esperar a 1943 para que la Penicilina se comercializara en ampollas”
El término Serendipia se basa en un relato tradicional persa titulado “Los tres príncipes de Serendip”. La revista Scientific American recuperó el término, hasta entonces olvidado, para referirse a un descubrimiento científico casual en el que la fortuna se aliaba con la metodología rigurosa.
El descubrimiento de la Penicilina fue una serendipia que ha salvado la vida de cientos de millones de personas.
En la primera mitad del siglo XVII René Descartes publicó “Discurso del Método: para dirigir bien la Razón y buscar la verdad en las Ciencias”. En su parte sexta concluye que el progreso de la ciencia reporta a la humanidad múltiples beneficios materiales y morales. La ciencia tiene que buscar la verdad por el camino de la razón y debe tener como objetivo hacer la vida más llevadera y confortable a la humanidad. Desde 1986 a principios del mes de noviembre se celebra la Semana de la Ciencia y la Tecnología. Su objetivo es acercar el conocimiento científico y tecnológico a la sociedad, contribuir al proceso de alfabetización científica y lograr una mayor comprensión social de la ciencia, así como una mejor apreciación de su influencia sobre la actividad cotidiana y la calidad de vida de la ciudadanía. La ciencia y la investigación trabajan de manera incansable sin alardes ni estridencias. La modestia y el silencio con el que desarrolla la comunidad científica proyectos que en un futuro cercano cambiaran nuestras vidas a veces pasan desapercibidos. La pandemia de la Covid-19 ha venido a reconciliar a la ciudadanía con la ciencia, la tecnología y la investigación. Atrás quedaron las reticencias sobre inversiones en investigaciones cuyos resultados se las prometían a medio o largo plazo. Los Organismos Internacionales y Grandes Corporaciones han llegado a la conclusión de que invertir en ciencia es asegurar un futuro mejor. Algunos Gobiernos, con el nuestro a la cabeza, aún no han visto la luz del futuro, y por ello se muestran rácanos a la hora de destinar a la Ciencia, la Tecnología y la Investigación los recursos suficientes, acordes con nuestra posición en el escenario internacional. Es frustrante que investigadores y profesionales de los más variados campos de la ciencia, las tecnología, e incluso de las humanidades tengan que emigrar a otros países donde se les ofrecen los medios y recursos que precisan para el desarrollo de sus líneas de investigación, y se les brindan unas condiciones de trabajo dignas y con perspectivas de futuro. Han pasado más de cien años de las controversias dialécticas e ideológicas entre Unamuno y Ortega y Gasset sobre la polémica surgida entre la europeización de España o la españolización de Europa. En ese tiempo el filósofo salmantino promulgó aquella polémica frase ¡Que inventen ellos! Haciendo referencia qué siempre podríamos aprovecharnos de los inventos de otros. Tal vez no sabía que inventar e investigar genera riqueza. Que una sociedad que investiga e inventa adquiere un plus que la hace más sabia, más libre y más rica. Sin ciencia e investigación no hay futuro. Que nuestro sistema productivo dependa del sector servicios, con poca presencia del sector industrial y de las nuevas tecnologías nos hace tan vulnerables que ante cualquier crisis global siempre seremos de los más perjudicados y de los últimos en superarla.
¡Que nuestros gobernantes entiendan que invertir en ciencia, investigación y tecnología nos hará mejores será una auténtica Serendipia!